Un té con Juan Hernaz




Hoy nos tomamos un té con Juan Hernaz, un ilustrador asturiano, de Gijón, de lo más completo. Ha trabajado en libros, carteles, proyectos varios, teatro... pero mejor os lo cuenta él. 

 UN TÉ CON....  Juan Hernaz
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     ¿Nos puedes describir tu sitio de trabajo? 

      Vivo en las afueras de Gijón, en el campo, y mi lugar de trabajo lo ocupa la planta alta de la casa, un espacio con muy buena luz, que es, para mí, fundamental. Se parece bastante a un despacho convencional. Es amplio. Trabajo regularmente en una mesa bastante grande, en forma de “U”, con la parte informática del proceso. La parte más tradicional la desarrollo en un tablero de dibujo, con mesa de luz, a mi espalda, con los botes de lápices y pinceles, acuarelas, gouaches... Tengo varias cajoneras de láminas y varias sillas y mesas auxiliares más, habitualmente ocupadas por muestras de papeles, bocetos y notas, libros, carpetas...

     ¿Tienes alguna manía a la hora de trabajar?

      No sé si se podrían llamar manías. Necesito completa soledad y silencio en la fase de ideas y bocetos, pero escucho radio constantemente durante el desarrollo final, una vez que tengo planificado el trabajo. La mesa debe mostrar desorden, me transmite la sensación de actividad que necesito. Me tomo el café frío, a lo largo de varias horas. Si estoy trabajando concentrado no soporto las interrupciones, ni que se toque mi mesa hasta que no concluya el proyecto en curso. Me molesta interrumpir el trabajo para comer o cenar y soy muy obsesivo con todas las fases del trabajo. Me gusta manejar mucha información y documentación en cada proyecto, y siempre trabajo con un cuaderno de campo. En general, supongo que son cosas con cierta lógica.

-    ¿Tienes predilección por algún color?

      Lo cierto es que no. Para mí son una herramienta que utilizo según lo que busque transmitir. En función del momento o del proyecto puedo preferir una gama o ninguna en concreto: lo adapto y manejo según el trabajo. En alguno de mis últimos proyectos he trabajado sólo con grafito y acuarela monocroma y la ausencia de color encierra una magia y transmite atmósferas enormemente ricas en matices.

-      ¿Qué tiene que tener un proyecto para que lo aceptes? 

      Debe encerrar un reto y un respeto. Un reto intelectual, literario, compositivo, un reto de comunicación, de briefing... Algo que sea capaz de dejarme masticando cómo construir el puente que une el encargo inicial con el espectador o lector final. En general, no me gustan las cosas demasiado sencillas. Y debe conllevar un respeto profesional, por supuesto. En todos los términos.

-      ¿Hay algo que te gustaría hacer y aún no has tenido la oportunidad?

      Tengo la enorme suerte de desarrollar mi trabajo en áreas muy diversas, desde libros y álbum ilustrado, campañas o congresos (y su merchandising), hasta escenografías teatrales con ilustraciones animadas, ilustraciones murales o creación y caracterización de personajes de pasacalles (como, por ejemplo, los que desarrollé para “Llumeru”, de Factoría Norte Teatro). Retos todos ellos. Por supuesto, hay mil cosas que me encantaría probar: ilustrar un packaging, un artículo de opinión en prensa, papeles de pared, telas, cerámica y vidrio... incluso aplicaciones de ilustración en las que aún no he pensado. Disfruto probando nuevos soportes y terrenos donde llevar mi trabajo.

-      ¿Estás trabajando ahora en algo? 

      Ahora mismo tengo varios proyectos abiertos, dos de ellos encargos internacionales. Pero siempre eludo hablar del trabajo en curso. Forma parte del respeto profesional que debe acompañar al trabajo hasta que el cliente lo haga público. Es su prerrogativa.

-      ¿Nos puedes nombrar alguno de tus ilustradores favoritos o alguno que te sirva de inspiración

      Hay muchos, es difícil. Constantemente veo ilustración y hallo referentes. Desde Sendak, Van Allsburg o Liao, a Odriozola, Barrenetxea, Zabala, Amargo, Misenta, Ballester, Guridi, Olivares, Ajubel... Muy especialmente las magistrales atmósferas oníricas de Shaun Tan, las inquietantes de Pacheco o Caruso, las plásticas de Auladell, los guiños de Olmos, las dinámicas de grupo de Sharaf, los deslumbrantes equilibrios mágicos de Isidro Ferrer. Todos ellos, y otros muchos, forman parte de mi biblioteca. Y no solo ilustradores, también fotógrafos, pintores, escultores, grabadores... La riqueza para mí reside en beber de cuantas fuentes estén a mi alcance, todas las que pueda, y tiendo a desconfiar de los seguidores de un único maestro.

-     ¿Cuál es el último libro que has regalado?

      Pues es casualidad, pero debo decir que ha sido uno de los últimos que he ilustrado (Edgar y la escalera). Pero en general, siempre que puedo, suelo regalar álbum ilustrado a mis amigos.


-       Un libro  de tu infancia sería… 

      Recuerdo con magia tres libros de hadas (cuentos clásicos) que mi madre me leía de pequeño, de autor desconocido. Eran, a su vez, de cuando ella era pequeña, y debían formar parte de una colección más amplia que mi madre nunca pudo completar. Tenían ilustraciones en bitono, muy sencillas, que miraba una y otra vez. Aún los conservo en mi biblioteca, con ese característico olor a papel viejo.

-    ¿Café o té?

      Café habitualmente, y casi siempre frío y cargado. De vez en cuando aún me tomo un té de flores con leche, canela y ralladura de limón que me descubrieron en un viaje a Granada, hace años. Delicioso. Y el té, también.

     ¿Qué imagen te viene a la cabeza si piensas en Alicia en el país de las maravillas?
 
     Por supuesto, una enigmática y burlona sonrisa de gato, desvaneciéndose.

     Muchas gracias por tomarte un té, bueno un café bien cargado con nosotras, ha sido un placer. 

Libroteca El Gato de Cheshire

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